martes, 2 de julio de 2013

Relato.

 Me escondí en el primer sitio que encontré y me sentí aliviada, aliviada de que no me pillasen y en cierto modo, me siento a salvo. Suspiro, mientras que empieza a llover y siento cada gota cayendo por mi cara y por cada parte de mi cuerpo. Pasé un tiempo sumergida en mis pensamientos, haciéndolo en silencio, aunque lo quisiera hacer a gritos, para desahogarme. Decidí levantarme, ya no rondaban por ahí, así que empece a andar, sin rumbo, dejándome llevar. Siempre he soñado en vivir en una casita de campo, aislada de todo el mundo, y con él. Nos imagino en un trigal, riendo y jugando como niños, escondiéndome para que cuando me alcance, me de un besos de esos inesperados. Supongo que soy una ilusa, pero espero algún día poder cumplirlo. Aunque siempre termino huyendo, quizás no quiero que me alcancen, quizás no esté preparada. Joder, están allí otra vez. Empiezo a correr, volviendo a buscar un nuevo escondite, esto no es vida. Me lo repito cada día, pero tampoco hago nada para remediarlo. Está vez, no tuve suerte: me alcanzaron. Me tiembla todo, no soy capaz de decir ninguna palabra sin que me temblara la voz, imaginándome lo peor. De camino a aquella casa, vi como mi libertad se quedaba atrás, y no podía hacer nada. Impotencia. Me metieron una habitación, sin apenas luz. Sí, estáis pensando bien, me secuestraron. ¿Qué por qué? Ni yo misma lo sé. Con dieciséis me escapé de mi propia casa y que ahora añoro, me dejé en manos del destino, creyendo que sería bueno conmigo, pero una vez más, vivo de mis propios pensamientos, ilusa como siempre. Han pasado dos días y siento como me voy desvaneciendo por momentos, atada de menos y pies a unas simples cuerdas, pasando por mi cabeza cada momento de mi vida, pero a cámara lenta, como una película de la cual no disfruto, sino que me va torturando, viendo lo feliz que era y lo mal que estoy ahora. Las cosas cambian. No tengo escapatoria y si la hubiera, tampoco tendría fuerzas, está vez he dejado eso de arriesgarme a un lado, aparcado junto a mis esperanzas y por una vez, a mis ilusiones, como si de un golpe me hubiesen mandado a la realidad. Estoy en el suelo, tirada, arrastrada, sin saber tan siquiera un por qué, con la boca seca, sintiendo como la vida se escapa de mis manos, sin tan siquiera haber vivido. Las únicas vistas que tengo son cuatro paredes, como si fuese una prisión, viendo un pequeño rayo de luz abajo en la puerta. Sólo oigo pisadas. Y creo que se han olvidado de mí, de mi existencia, como el resto del mundo. Pero para mi sorpresa, se abre y un chico con la cara tapada me da una bandeja de asquerosa comida barata y se va, pero se le cae algo. En un segundo, recuperé mi esperanza y vi un móvil caer. Rápidamente me arrastré hasta llegar a él y marqué el número de emergencias, dando detalles de todo,en bajito casi en susurro, para haber si me podrían encontrar. Lo dejaron en incógnita y por un momento, tuve ganas de luchar y superarme. Pensé de nuevo, así que me guardé el móvil como pude. En unas horas, mi pesadilla acabó, me encontraron. Empecé a llorar como nunca, como una niña pequeña, y sonreí. Vi mi libertad pasar por la puerta, y después de todo, entendí el significado de la vida, simplemente, lucha. Hoy estás abajo, pero mañana puedes estar arriba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario