Es
curioso como llegamos a querer a alguien incluso cuando no se lo
merece solo por el hecho de no querer perderle, de querer retenerle
siempre a nuestro lado. Pero cuando todo llega a su fin, cuando esa
persona o tú mismo decides dejarle ir, terminas por odiar o
simplemente, olvidando lo que un día fue tu sonrisa, tu ilusión y
el motivo de tus comeduras de cabeza. Olvidas quién fue, y en
ocasiones, olvidas como eras tú mismo con el paso del tiempo,
empezando a ser otra persona completamente distinta a la que eras
antes. Te sientes extraño, raro, llegas a arrepentirte cuando la
soledad se apodera de ti, pero los días o los años, hacen que se
conviertan en un simple recuerdo, en un duro ''adiós''. Miras hacia
atrás y recuerdas la primera hora, minuto, segundo, que empezó
todo. El primer gesto, conversación, las primeras sonrisas y las
llamadas telefónicas hasta las tantas, haciéndote soñar,
haciéndote feliz. Es curioso que la sonrisa del presente, tenga que
ver con el pasado. Es curioso que esa persona que haya significado
tanto para ti, hoy sea eso, una simple persona más de las millones
que existen. Te das cuenta de que las cosas cambian, de que todos
cambiamos y no puedes hacer nada para evitarlo. Supongo que somos
presos de las promesas, de las esperanzas, y la ilusión. Estamos
encarcelados a la felicidad instantánea, corpórea como la niebla,
sin saber muy bien hacia dónde ir, pero queriendo ir con esa
persona. ¿Le gustaré? ¿Estará conmigo sólo para pasar el rato?
¿Hará lo mismo que con todas? ¿Valdrá la pena? Mismas preguntas
en personas diferentes. Nos ponemos obstáculos sin tan siquiera
haber dado el primer paso y tropezamos sin querer. Nosotros mismos
nos ponemos una venda en los ojos y tú decides si avanzar, o
quedarse en un simple intento fallido. Nos paralizamos en lo
diferente, en lo inexplicable, en lo que no tiene lógica, en la
locura. Y, sin pensarlo, has dado el primer paso a ciegas, uno tras
otro, haciendo un camino en el que finalmente, puede desviarse en
distintas direcciones cuyo destino, no está al lado de esa persona
con la que habías emprendido desde un principio. Y cuando pasa, nos
damos cuenta que lo ilógico nos invadió. Que una parte de nosotros
mismos que gritaba en silencio, salió rompiendo la rutina, la
monotonía y lo que supone que debemos de hacer. Pasó, que amamos
con locura y por desgracia, nos damos cuenta tarde. Pero quién sabe,
quizás algún día los caminos vuelvan a encontrarse.
sábado, 14 de septiembre de 2013
jueves, 22 de agosto de 2013
Relato.
La gotera que había en el techo hacia
imposible el hecho de dormirme. El sonido era molesto, gota a gota
recaía por mi rostro y parecía el tic-tac de un reloj eterno. En un
instante, cerré los ojos. Y una vez más, los recuerdos se
apoderaban de mi con más fuerza, con más ganas. Era una tortura
lenta y dolorosa que ardía por mi pecho impidiéndome que olvidara
todo aquello que un día quise recordar por siempre. Parece mentira
que las promesas sólo sean eso, promesas cargadas de ilusión, de
esperanza y de sentimientos. Una simple palabra en la que ponemos
parte de nosotros mismos, dejándonos llevar por la persona. Y a mí
esa persona me llevó a la locura, a la maldita locura de amarnos
como si no hubiese un mañana, a no querer estar un instante sin
ella, a dejar que entrase en mi interior, tan a dentro, que me
doliese hasta al respirar. La había amado de verdad y aún lo seguía
haciendo. ¿Qué por qué? No lo sé. Quizás por sus ojos o por su
sonrisa en la que una noche cualquiera me hicieron preso de ellos.
Tal vez de sus besos cálidos recorriendo por mi cuello, poco a poco,
como subiendo hacia al cielo para quedarnos tendidos en una nube,
suave, con ternura. Quizás fue ella misma la que me enamoró, pero
ahora solo queda la duda y un ''adiós'' clavado en mí. No me lo
dijo, pero cuando la vi marchar, lo supe de inmediato y lo peor es
que no la retuve a mi lado. No se lo impedí, ni la planté un beso
susurrado de un ''quédate, por favor''. La dejé marchar como si
nada Supongo que de tantas veces que me dijo que se iba a quedar a mi
lado, no asimilé que ese momento podía llegar de un día para otro.
Supongo que era más fácil esperar una llamada acompañado de un
''te echo de menos'' que ir a lanzarme en su busca. Y ahora, aquí
estoy, esperando lo que nunca llega, echando de menos a alguien que
ni se acuerda de mi nombre, recordando los momentos en los que yo era
feliz con ella y entendiendo por qué ahora no. Supongo, que me lo he
ganado. Han pasado unos años desde que el deseo había acabado con
nosotros pero eso no ha hecho que olvide como empezó todo, ni
tampoco como acabó ni tan siquiera el trascurso del tiempo que
pasamos juntos hasta entonces. Estaba junto a la orilla, enfadada con
el mundo, con los ojos apunto de estallar y con la respiración
agitada. La vi y no sé por qué, me acerqué. Alomejor fue cosa del
destino o de mi intuición, pero tenía que hacerlo. Me senté a su
lado y no dije nada, tan solo la miré. Creo que eso dijo más que
todas las palabras que pudieran existir. Me dedicó una sonrisa como
pudo, y nos quedamos contemplando la luna reflejada en el mar, con la
mente en blanco. Cuando se levantó, lo hice yo también y la empecé
a seguir por media playa más, hasta que ya se empezaba a preocupar
sobre quién era yo, y qué quería. Tampoco me lo dijo y también lo
supe. Era como una conexión con ella especial, que de tan solo
pensarlo me daban escalofríos e inevitablemente ya no pude dejarla
salir una vez que entró en mi vida. Se cansó y me gritó un
''déjame en paz'' con lágrimas en los ojos, explotó. Si me hubiese
conocido tiempo atrás, hubiese sabido que no la haría caso, como
pasó esa noche. Sin pensármelo dos veces la cogí y la llevé en
medio del mar. Gritó y me golpeaba pero la era inútil. Cuando la
dejé en el agua y estábamos los dos, frente a frente, mientras las
olas nos golpeaban fuerte , la solté: ''Puedes enfadarte con el
mundo, pero no conmigo'' sarcástico, y en apenas unos segundos, su
enfado se cambió por sonrisas. Nos empezábamos a reír en mitad de
las olas como tontos sin ningún motivo lógico y poco a poco me
acerqué y... Me fui corriendo hacia la orilla para que me siguiera,
y lo conseguí. Terminamos tendidos en el suelo, con una sonrisa en
los labios y llenos de arena. Derrepente, nos quedamos en silencio,
mirándonos. Alcé mi mano para acariciarla y la besé. No fue un
beso de esos cualquiera, sino uno cálido, suave, bonito. Sentí una
sensación extraña, como si reventara los termómetros de la
felicidad dentro de mí y me había dado cuenta que sin apenas
conocerla, la quería. Pasaban los días y ese sentimiento no sólo
permanecía ahí, sino que aumentaba con tan solo verla llegar a mí
con su típica forma de andar y sus ''te quiero'' en forma de susurro
a mis oídos. No sé qué pasó para que esté hoy aquí
recordándolo, muerto del asco en mi sucio apartamento en donde un
día, me quedaba viéndola dormir hasta el amanecer, en donde los
sábados noche se resumían en un par de películas viéndolas
juntos, en donde éramos felices. Nunca lo he superado. ¿Es normal
que después de tanto tiempo, la siga echando de menos como el primer
día? ¿Es normal que acabe mirando cada minuto mi móvil para ver si
hay algún mensaje, algo, que me haga recuperar la esperanza? ¿Es
normal, que la siga queriendo? Y lo peor, que sabiendo la respuesta a
mis mismas preguntas, me sigo torturando día a día con lo mismo. A
veces me dan ganas de salir a buscarla esté donde esté y soltarle
todo esto que me asfixia como si llevara conmigo un saco de piedras
cargado en la espalda. Y creo que ya he pasado bastante tiempo
escondido y refugiándome en algo que ni tan siquiera sé de seguro.
Voy a encontrarla, a decirla lo que nunca he sido capaz, a liberarme
y liberar toda esta adrenalina que siento en mi interior. Es como
saltar de un puente, sabes que puedes hacerte daño si la persona no
está ahí para cogerte. Pero la pregunta es, ¿Te atreverías a
saltar por la persona que más quieres? Yo sí.
lunes, 5 de agosto de 2013
Relato.
Van pasando los días y
siempre es la misma lucha con lo que siento y me gustaría sentir,
con lo que quiero tener y no tengo, una lucha constante conmigo mismo
en la que siempre o la mayoría de veces, pierdo. He ido avanzando en
mi propio camino y la esperanza se ha quedado atrás, ya no camina
conmigo, como personas que prometieron estar y hoy por hoy, no están.
A medida que he ido avanzando, he aprendido a vivir con la soledad y
la nostalgia a mi lado aunque no quisiera. He aprendido que querer y
hacer daño van de la mano y nunca, nunca, se sueltan. He aprendido
que los para siempre y las promesas no son una mentira, sino que lo
son las personas qué las dicen. He aprendido que la única persona
que siempre permanecerá a mi lado, soy yo. Me he ilusionado a la vez
que me desilusionaba por instantes. En oscasiones el miedo se
apoderaba de mí y en otras... En otras también. Vivo en una
sociedad en la que querer y amar sólo sirve para personas de
distinto sexo menos para una minoría. ¿A caso querer no es ese
sentimiento de ''Joder, no quiero que se vaya de mi vida''? ¿No es
querer retener siempre a esa persona a tu lado? ¿Mirar el móvil y
querer en un instante que su nombre aparezca en la pantalla? Pensar,
¿Se acordará de mí? ¿Qué estará haciendo ahora? ¿Tener ese
sentimiento de querer verla sonreír, de parar el tiempo cada vez que
se apodera de ti con una mirada, una simple mirada? ¿Que te haga
tener la sensación de rozar el cielo, teniendo los pies sobre la
Tiera? ¿Acaso no lo es? Y lo estamos sobrevalorando. Aún no
entiendo qué problema hay porque un chico y otro se quieran, y lo
mismo con las chicas. Por ello, no soy diferente, ni único porque
sea homosexual en un mundo de homofobos en el que no entienden ni dan
sentido a lo que es verdaderamente querer y lo que ello implica.
Todos hemos tenido esa sensación de vacío cuando esa persona por la
que hemos sentido, se ha ido y todos hemos llorado. Decidme, ¿Qué
diferencia hay? Sí, exacto, ninguna. No encuentro ni una.
Simplemente, algunos sienten y otros quieren sentir. Y sí, algunas
personas no valoran el simple hecho de tener un mensaje al despertar,
un ''buenos días'' de las personas que aprecian mientras yo me tengo
que conformar con la típica frase de ''Lo bueno está por llegar''
y que nunca llega. Yo soy de las personas que quieren sentir, de
querer escaparme con alguien en un acto de locura y no volver. De que
alguien ocupe el vacío en mí, de que al final del camino esa
persona siga ahí, contigo. De que esté destinado a aparecer en mi
vida, y a quedarse. Hablo de ilusionarme y de que por una vez por
todas, el miedo, la nostalgia y la soledad, desaparezcan para siempre
de mi lado. Hablo de que quiero que me quieran y de querer. De
sentir, que por una vez, el mundo merece la pena y que la suerte me
haya sonreído, aunque mientras, lo haré yo.
lunes, 29 de julio de 2013
Relato.
Me subí a ese coche sin pensar las
consecuencias que eso conllevaba. Me dejé guiar por mi instinto,
pero no siempre acierta. No sabía a dónde iba, ni quiénes eran,
pero no me importaba, ni estaba asustada. A veces, empezar de cero es
de cobardes. En otras, es necesario, la única opción de que los
recuerdos, por un momento, dejen de dolerte. Y supongo que mi herida
aún estaba abierta, como si yo misma indagara en ella. La misma
herida que me hice con el paso de los años, del tiempo. Quizás fue
un error haberme subido en aquel coche, pero tan sólo era otro más
entre tantos que aún ni he asimilado, ni he aprendido. Veía el
paisaje tras el cristal, lo contemplaba fijándome en cada detalle,
por milésimo que fuera, apreciándolo. Mientras, el silencio se
apoderaba de todos los que estábamos en el mismo coche sin decir ni
una palabra, sólo oyendo el ruido de nuestra respiración, con la
cabeza en otra parte, pensando. Fuésemos, donde fuésemos, sabía
que era lejos y no sé por qué, pero me gustó. Después de horas,
paramos en un bar en medio del campo. No había casi nadie en él,
solo un hombre intentando encontrar su suerte en una tragaperras,
tragando sus monedas, y su orgullo. Me quedé un rato mirándole,
hasta que se dio cuenta. Clavó su mirada en mí y pude contemplar
sus ojos azules llenos de desilusión y batallas perdidas con el
propio destino. Mantuve mi mirada firme, y volvió a lo suyo. No dejé
de mirarle. Seguía pulsando botones sin saber muy bien a cuál tenía
que dar, con la mirada perdida en el juego, ilusionándose por
momentos, desilusionándose por segundos, todo el rato. Después de
unos minutos, me agarraron el brazo y me llevaron de vuelta al coche,
yo no me negué, ni tan siquiera me revelé, asentí y obedecí. La
intriga de a dónde iba a ir, qué iba a ser de mí, seguía ahí,
reconcomiéndome por dentro muy poco a poco. Perdida en mis
pensamientos, o mejor dicho, perdida en sí, seguía haciéndome la
misma pregunta: ¿Por qué? Pero en cuestión de minutos, uno de los
chicos se apoyó en mí tras haberse quedado dormido. Le miré y le
aparté en caricia los mechones rubios que caían por su cara,
lentamente. Me gustó la sensación, así que volví a acariciarle la
cara suavemente, una y otra vez. ¿Me había gustado la sensación de
tener a alguien a mi lado, o realmente he sentido a lo que hoy en día
llaman flechazo? En mi rostro apareció una pequeña sonrisa que dio
respuesta a mi pregunta. Sentí miedo y felicidad a la vez, como
apunto de caer sin saber si al final estará esa persona para
cogerte. He visto con mis propios ojos, a muchísima gente
arriesgándose por lo que quería, querer darlo todo por una sola
persona aún existiendo millones en la Tierra. He visto como se han
querido de verdad y han acabado odiándose. He sentido que el amor y
el odio están en el mismo puente, uno a cada extremo, y tú decides
a qué dirección quieres ir y con quién o con quiénes. Con todo
esto, quiero decir que si amas, tendrás miedo. Miedo a que un día
se acabe todo como empezó. Miedo a quedar preso en un pasado
continuo, a que todo se quede en un ''lo que pudo ser y finalmente no
fue'' constante. Miedo a que la soledad sea la única que permanezca
a nuestro lado; a que no podamos volver a amar de la misma forma,
como lo hicimos con esa persona. Sin darnos cuenta, el miedo se
apodera de nosotros, impidiéndonos avanzar, sin poder arriesgar por
si podemos perder. En todos los sentidos, esa sensación está
presente en nuestro interior. Si todo va bien, tenemos miedo a que
desaparezca y cuando ya ha desaparecido, también, porque no sabemos
qué puede pasar. Tenemos miedo a lo desconocido, a lo que no tenemos
información, y a que nos hagan daño. Todos tenemos aún esa herida
sin cicatrizar que convive con nosotros mismos. Pero para eso, hay
que seguir el camino que nos hemos marcado, hay que luchar. Y eso
mismo, iba a hacer yo. Despúes de pensar durante horas, se despertó.
Nuestras miradas se cruzaron y hablaron de por sí solas,
apoderándose el silencio entre nosotros. Por unos milésimas de
segundo, creí que el mundo había desaparecido y que sólo
existíamos únicamente los dos, aunque duró poco. Volvimos a parar
pero esta vez en mitad de una ciudad y él y yo nos quedamos dentro
del coche. En ese momento, supe que la suerte estaba de mi parte.
Esta vez fue él quien me acarició la cara, los labios, con la
mirada fija en mí, acompañado de una sonrisa. Poco a poco me
acerqué a él y... Sí, nos besamos. En un acto de locura, y entre
risas y comiéndonos con la mirada, nos fugamos. Nos fuimos lejos,
donde nadie nos molestase, creando un mundo sólo para nosotros.
Nunca supe a dónde me iba a llevar ese coche del que
inconscientemente me subí una mañana cualquiera, sólo sé que
estaba destinada a conocerle. Quizá ahí esté la respuesta. Nunca
dejé que el miedo me venciera, ¿Y tú, vas a hacer lo mismo?
martes, 2 de julio de 2013
Relato.
Me senté a su lado pero vi como todo
había cambiado. Ya no era el mismo, ni yo tampoco. El tiempo, la
rutina y la monotonía nos había consumido por completo. Ya no había
nada, y todo se me escapaba de las manos. Sentí la misma sensación
de pequeña, cuando como una ilusa, intentaba atrapar al viento pero
no pude, nunca pude. Entonces decidí irme lejos, muy lejos, donde
los recuerdos no me alcanzasen, donde podría gritar todo lo que
quisiera, desahogándome, y tener la ilusión de que alguien me
escuchase, y por un momento, por un milésimo momento, sentirme
libre. Estoy encarcelada a mis sentimientos, donde la esperanza tan
solo es un rayito de luz que alumbra una pequeña parte de mí, pero
no del todo. No me siento mal, ni culpable porque todo haya acabado
en un simple adiós, esta vez no. Yo misma lo dejé en manos del
destino, y decidió por mí. Sí, es de cobardes eso de creer en el
destino, la suerte, y múltiples chorradas más, pero todo tiene un
por qué. Supongo que hay algo, o mejor dicho, alguien que realmente
merezca la pena y esté escondido por algún rincón del mundo,
esperando a que le encuentre y así sentirme llena, no feliz, sino
llena. La felicidad se encuentra en los pequeños detalles como en
una simple sonrisa, una mirada... La felicidad está en la persona o
personas, que pensáis ahora mismo, que están pasando por tu mente,
que hace que tu realidad sea mas llevadera, más fácil y mejor. Pero
finalmente, me fui a lo más alto de una montaña donde sólo
resonaba el eco de mi voz y donde sólo me acompañaba mi propia
sombra. Realmente lo necesitaba. Estaba aborde de un precipicio,
apunto de saltar, como adrenalina que permanecía constantemente en
mi estómago, o así al menos me sentía. Me quedé allí por un
tiempo, escondida, soñando con lo que quiero ser y lo que soy,
comparándome, y esperando a no encontrar a alguien, sino que alguien
me encuentre a mí.
Relato.
Una noche más, tumbado en la cama con
mi música alta, mis pensamientos y yo, yo y mis pensamientos... Sin
nadie más, metido en mi propio mundo. Pero algo me hizo volver a la
realidad, a esa realidad a la que odiamos y llamamos vida. Sentí
miedo, es más, lo tuve en frente de mí, como retándome, como
diciéndome '' Eh, aquí estoy yo'' y me sentí mal, hasta conmigo
mismo. Supongo que a eso se le llama impotencia, porque a veces
querer no es poder, sino un quiero y no puedo constante. En un simple
segundo, tembló toda la casa y tembló mi cuerpo entero. Fue muy
rápido todo. Duró minutos pero para mí duró una eternidad, un
infierno. Bajé las escaleras lo más rápido posible antes de
quedarme atrapado allí. Salí, estaba ya sano y salvo, pero algo me
hizo regresar y volver a luchar con más fuerza aún: ella. No podía
dejarla ahí y aunque ya habían trozos de ladrillos por el suelo y
sabía que se podía desplomar en cualquier momento, tenía la
necesidad de encontrarla, de querer retenerla siempre a mi lado y no
me imaginaba perderla para siempre, no quería. Nada más volver a
entrar, la oí gritando atrapada entre los escombros y lo que quedaba
en pie, sin poder salir. Mi corazón parecía que se iba a ir de mi
pecho, y me costaba mantener el equilibrio así que me agarraba a lo
que podía, intentando que no se cayera todo encima mía. Finalmente,
llegué a donde estaba y tuve que echar la puerta abajo lo más veloz
posible para que pudiésemos correr los dos, juntos. Pero tardé
demasiado tiempo y se oyó como la pared de esa habitación se
desquebrajaba por instantes. Dejó de gritar. Pero entonces, empecé
a gritar yo. Sólo repetía su nombre, una y otra vez, con más
fuerza, mientras retiraba todo para poder entrar. Cuando por fin lo
conseguí, la vi tirada en el suelo entre polvo y trozos de muebles.
Inmediatamente la cogí y mientras superaba todos los obstáculos de
por medio, la miraba de reojo. Estaba tan guapa como siempre. Todo
seguía temblando, y se iba cayendo a medida de que iba avanzando. No
me importaba, sólo quería salir de allí cuanto antes, con ella. Y
lo conseguí. Gané mi propia batalla con el miedo, pero me daba
igual. Estaba muerto en vida, porque ella no reía, no lloraba ni tan
siquiera gritaba. Sólo guardaba silencio. Por fin, dejó de temblar
todo y vi como mi casa se derrumbaba por completo. Pero no estaba
centrado en eso, ni tan siquiera me importó. Estaba tumbada en el
suelo, la acaricié la cara mientras yo no paraba de llorar, haciendo
lo que sea para que recobrara el pulso, para que no se fuera, aún
no, era pronto. Se oía desde lejos los gritos de desesperación de
la gente. Y todo estaba despejado porque ya no había edificios, sino
trozos de piedras esparcidos por todas partes. Las sirenas de las
ambulancias sonaban lejos, pero cerca. Así que recé. No paraba de
hacerla esos masajes cardíacos en el pecho que veía por la tele
cada mañana aburrida en mi sofá, haciéndola el boca a boca
desesperadamente, poniendo en práctica todos los ejercicios que
recordaba en series de médicos, que creía tonterías. Pero
funcionó. Volvió a hablarme, a decir mi nombre casi en susurro,
dolorida por las heridas que recubrían algunas partes de su cuerpo
y la abracé con cuidado mientras me quitaba las lágrimas de la cara
y el mundo para mí, desapareció, menos nosotros. Entonces, volví a
la vida.
Relato.
Me escondí en el primer sitio que
encontré y me sentí aliviada, aliviada de que no me pillasen y en
cierto modo, me siento a salvo. Suspiro, mientras que empieza a
llover y siento cada gota cayendo por mi cara y por cada parte de mi
cuerpo. Pasé un tiempo sumergida en mis pensamientos, haciéndolo en
silencio, aunque lo quisiera hacer a gritos, para desahogarme. Decidí
levantarme, ya no rondaban por ahí, así que empece a andar, sin
rumbo, dejándome llevar. Siempre he soñado en vivir en una casita
de campo, aislada de todo el mundo, y con él. Nos imagino en un
trigal, riendo y jugando como niños, escondiéndome para que cuando
me alcance, me de un besos de esos inesperados. Supongo que soy una
ilusa, pero espero algún día poder cumplirlo. Aunque siempre
termino huyendo, quizás no quiero que me alcancen, quizás no esté
preparada. Joder, están allí otra vez. Empiezo a correr, volviendo
a buscar un nuevo escondite, esto no es vida. Me lo repito cada día,
pero tampoco hago nada para remediarlo. Está vez, no tuve suerte: me
alcanzaron. Me tiembla todo, no soy capaz de decir ninguna palabra
sin que me temblara la voz, imaginándome lo peor. De camino a
aquella casa, vi como mi libertad se quedaba atrás, y no podía
hacer nada. Impotencia. Me metieron una habitación, sin apenas luz.
Sí, estáis pensando bien, me secuestraron. ¿Qué por qué? Ni yo
misma lo sé. Con dieciséis me escapé de mi propia casa y que ahora
añoro, me dejé en manos del destino, creyendo que sería bueno
conmigo, pero una vez más, vivo de mis propios pensamientos, ilusa
como siempre. Han pasado dos días y siento como me voy desvaneciendo
por momentos, atada de menos y pies a unas simples cuerdas, pasando
por mi cabeza cada momento de mi vida, pero a cámara lenta, como una
película de la cual no disfruto, sino que me va torturando, viendo
lo feliz que era y lo mal que estoy ahora. Las cosas cambian. No
tengo escapatoria y si la hubiera, tampoco tendría fuerzas, está
vez he dejado eso de arriesgarme a un lado, aparcado junto a mis
esperanzas y por una vez, a mis ilusiones, como si de un golpe me
hubiesen mandado a la realidad. Estoy en el suelo, tirada,
arrastrada, sin saber tan siquiera un por qué, con la boca seca,
sintiendo como la vida se escapa de mis manos, sin tan siquiera haber
vivido. Las únicas vistas que tengo son cuatro paredes, como si
fuese una prisión, viendo un pequeño rayo de luz abajo en la
puerta. Sólo oigo pisadas. Y creo que se han olvidado de mí, de mi
existencia, como el resto del mundo. Pero para mi sorpresa, se abre y
un chico con la cara tapada me da una bandeja de asquerosa comida
barata y se va, pero se le cae algo. En un segundo, recuperé mi
esperanza y vi un móvil caer. Rápidamente me arrastré hasta llegar
a él y marqué el número de emergencias, dando detalles de todo,en
bajito casi en susurro, para haber si me podrían encontrar. Lo
dejaron en incógnita y por un momento, tuve ganas de luchar y
superarme. Pensé de nuevo, así que me guardé el móvil como pude.
En unas horas, mi pesadilla acabó, me encontraron. Empecé a llorar
como nunca, como una niña pequeña, y sonreí. Vi mi libertad pasar
por la puerta, y después de todo, entendí el significado de la
vida, simplemente, lucha. Hoy estás abajo, pero mañana puedes estar
arriba.
jueves, 30 de mayo de 2013
Relato.
Necesito salir de todo
esto y comenzar de nuevo, sé que es de cobardes, pero es la única
solución que veo entre tantas preguntas sin respuesta. ¿Y sino, que
puedo hacer? ¿Quedarme ahí, cómo si nada pasara? ¿Mentir? Eso no
va conmigo. Tampoco puedo explicar algo que ni yo mismo entendía,
por eso mismo, empecé a correr. Corrí como nunca antes lo había
echo, intentando huir de algo que tarde o temprano, me iba a
alcanzar, huir hasta de mi mismo, dejando todo atrás, incluso los
recuerdos. Oyendo solamente el ruido de mis zapatos, cada pisada, y
cada vez más deprisa, más rápido, más veloz. ''Ya lo has echo, no
hay vuelta atrás, no puedes seguir huyendo'' Palabras que se
repetían en mi mente, una y otra vez, atormentándome. Retrocedí
por un instante, fijé la vista atrás pero volví a tomar el camino
que había elegido en un principio: huir. Me sentía en el aborde de
un abismo en el cual, yo no quería saltar, esta vez, no. Estuve
horas corriendo, sin saber realmente el por qué. ¿De lo que he
hecho y que realmente era lo que quería? ¿De mi alrededor? ¿De mí?
Ahí supe que no tenía nada claro, si lo que hice era lo correcto, o
no. ¿Cuándo haces algo que quieres, y que nadie esperaba, es lo
equivocado? ¿La opción ''mala''? O mejor dicho, ¿La opción menos
''buena''? Preguntas sin respuesta, problemas sin solución. Joder,
creía que ella era el amor de mi vida, hasta que se me presentó el
momento, el más esperado por todos: mi propia boda. Y no lo supe
afrontar, no pude. Aún siento la decepción que veía en sus ojos y
pude sentir como su corazón se despedazó por momentos cuando vio
que no llegaba, que no estaba, que me había ido. Quizás no estaba
preparado, o no sentía lo que tenía que sentir, o no estaba lo
suficiente enamorado como para comprometerme el resto de mi vida con
alguien, alguien que creía quererla, y que de un día para otro, lo
he dejado de hacer. ¿Qué nos pasó? Me pregunto una y otra vez.
Discutir era nuestra rutina diaria, los besos se convirtieron en
caras largas y las acaricias, simplemente, desaparecieron. Ahora en
los amaneceres ya no soñamos juntos, no pasamos horas hablando, no
hay sonrisas acompañados de un beso, sólo cambiamos silencio por
silencio, pensando quién tiene la culpa y quién debería pedir
perdón primero, poniendo primero a nuestro orgullo. Forzamos algo
que se había esfumado, que se había agotado. Dejamos de consultar
las cosas entre nosotros para hacerlo con la almohada, y no sacar
ninguna conclusión de ello. Pero después de pensar en todo esto,
dejé de correr por unos momentos y me senté en la arena, oyendo las
olas como iban y venían. El sonido me tranquilizaba. Y ahí fue
cuando me prometí a mi mismo pensar con la cabeza por un tiempo,
dejar a un lado mis sentimientos. Con todo esto, os preguntaréis que
pasó finalmente..pasó, que encendí un cigarro y se apagó mi
corazón.
Relato.
Me levanté sobresaltado
en mitad de la noche y entonces escuché algo extraño, algo que
gritaba en mi interior y que necesitaba salir, algo que realmente
dolía: su recuerdo. Era otra noche más en silencio, pensándola en
gritos, era otra noche más que no me había creído que ya no estaba
aquí, que no volverá, que estoy solo. Cada día que pasaba
intentaba asimilarlo de alguna manera posible, buscando la solución
sin tan siquiera saber realmente cual era la pregunta. ¿Cómo
olvidar algo, que querías recordar siempre, que no querías dejar?
¿Cómo? Quizás, esas sean las preguntas que busco en mi solución
perdida. He pensado muchas veces en quitarme del medio, para dejar de
sentir dolor, pero esto tampoco hará que la recupere, que esté a mi
lado, que vuelva a mí. Así que descarté esa opción pero..¿Cuántas
salidas más me quedan? Sí, exacto. Ninguna. Cada día que pasa voy
con ella intentando haciéndola saber que yo estoy a su lado, aunque
ella no pueda del mío, intentando cumplir lo que un día dos locos
enamorados prometieron; estar juntos por siempre. Sé que llegará el
día en el que nuestros caminos se separen, y que por un medio u
otro, no vuelvan a juntarse jamás. Pero en esa medida de tiempo, me
quedaré postrado en la cama con ella, escuchando los últimos
latidos de su corazón, compartiendo suspiro por suspiro, recordando
momentos que quizás habrá olvidado, pero siempre a su lado, porque
mi promesa permanecerá siempre en ella, guardada en los más
profundo de nuestros corazones y entonces, nuestra historia volverá
a empezar en otro momento, en otro sitio, en otro mundo, como empezó:
con un beso.
sábado, 16 de marzo de 2013
''A pesar de los golpes..''
En mi día a día trato de explicarme a mi misma el por qué sigo aquí y por qué no mi sonrisa. No encuentro respuesta ninguna, pero sigo intentándolo, como una ilusa, y como hice prometer a mi alrededor. Siempre he sido de aquellas personas que cumple lo que promete, o eso dicen, aunque en el fondo, yo no me catalogo así. A menudo me equivoco, y hago prometerme cosas de las que luego al segundo me arrepiento, o cosas que a la larga, hagan que me arrepienta. Pero nadie podrá decir que no he rozado el cielo con la punta de mis dedos, estando con los pies sobre la Tierra. Nadie podrá decir que no he sonreído mientras lloraba. Nadie podrá decir que no me he levantado tantas veces como he caído. Nadie podrá decir que no he fracasado mientras lo conseguía a la vez. Nadie podrá decir que no lo he intentado. Y si sigo aquí, es por algo. O bien porque el mismo destino está escrito, o porque yo estoy a punto de hacerlo. Voy a demostrar a aquellas personas que quieren verme caer, vean como resisto en la lucha de la vida, a dejar a un lado las noches en vela abrazando a la almohada para sustituir a gente que hoy por hoy no está y que extraño en mi vida, a dejar de encerrarme en la baño y decirme ''bastas'' a mi misma que nunca llegan y que siempre digo, a dejar a un lado los ''para siempre'' y empezar a disfrutar del ''ahora'', a vivir mi propio presente y liberarme de ese pasado que hace que no pueda avanzar. Voy a sonreír, o por lo menos, a intentarlo y a buscar esas respuestas a mis preguntas. Y lo conseguiré porque todo llega, pero tarda.
domingo, 6 de enero de 2013
Nuestra sociedad..
Últimamente por entender, no entiendo nada. No sé si soy yo, o son los demás, pero nos quejamos de lo que pasa en el mundo, cuando somos nosotros mismos los que estamos creándolo así. El mundo no iba a acabar el 21 de diciembre, el mundo puede acabar en cualquier momento, en cualquier instante y todo, porque nosotros mismos nos lo estamos cargando con nuestras propias manos. No hablo sólo por eso del reciclaje, ni de la limpieza, hablo de las personas. Nos pisamos entre nosotros, nos insultamos, nos humillamos y eso es lo que hace que cada día, lo seamos menos, hace que seamos menos personas, sí. Quizás, a la que llamas ''friqui''y a la definición equívoca que te refieres, se pasa el día entero en frente de una pantalla de ordenador, porque es el único sitio en el que se siente segura, y puede ser ella misma sin ser criticada o delante de cualquier consola, play, juego.. simplemente porque quiere olvidarse de su propia realidad. Quizás, a la que llames ''gorda'' sólo por no usar una 38 de pantalón, ni tener un cuerpo extraordinario, está cansada de luchar consigo misma, dejando de comer cada día por vuestros absurdos comentarios superficiales, sólo, por unos kilos de más, cuando hay personas que se deberían de preocupar por esas neurona de menos. Quizás, a la que llames ''marginada'' podría ser la persona más increíble pero por el echo de que no sea popular, no la dais esa oportunidad, y la machacáis día tras día por ello y quizás prefiere dejarlo así, y estar sola que mal acompañada a que intentar algo que probablemente rechazaríais. Quizás, a la que llames ''puta'' es la única persona que hace lo que quiere, y que sabe lo que quiere y tenga ganas de encontrar a su príncipe azul que todos deseamos, pero que por el momento, solo se ha encontrado a ranas, pero aún así, no se cansa de seguir buscando, y de seguir intentándolo por muchas veces que se caiga, en vez de suplicar a un imbécil que seguirá rana toda su vida. Quizás, a la que llames ''anorexica, etc..''está luchando para que la miren con buenos ojos, evitar los comentarios tras ella, los susurros.. sólo, por atraer a unos babosos y que la traten como todo el mundo nos merecemos, pero nadie ve mas allá de su propia realidad y se ciega por ello. Quizás a la que llames ''fea'', no tenga un físico increíble, pero te aseguro que te puede aportar muchas más cosas que una chica modelo. Quizás, a la que llames ''alcohólica'' es la persona que lo único que necesita es apoyo, y que nosotros negamos aumentando así, sus ganas de desaparecer del mundo.
Quién lea esto pensaréis que no sé nada y que sólo soy una ignorante escribiendo esto, pero yo misma sé lo que es mirarte al espejo y no quererte, darte asco, que te pese los días, y tener que seguir hacia adelante, poniendo una sonrisa falsa, muriéndote por dentro.. pero si no te quieres ni a ti misma, ¿Cómo te van a querer los demás? Si no te aceptas ni tú, ¿Quién lo va a hacer? Tienes que defender lo que eres, demostrarlo, y sonreír para no darles el gusto a los que te quieren ver llorar porque después de años de lucha he comprendido que mis amigos, a la vez, son mis enemigos y que lo que realmente tenemos que cuidar es nuestro interior, a nosotros mismos, porque será lo único que tendremos al final del camino. Si quieres cambiar el mundo, o mejorarlo, primero, empieza por ti.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)