Me senté a su lado pero vi como todo
había cambiado. Ya no era el mismo, ni yo tampoco. El tiempo, la
rutina y la monotonía nos había consumido por completo. Ya no había
nada, y todo se me escapaba de las manos. Sentí la misma sensación
de pequeña, cuando como una ilusa, intentaba atrapar al viento pero
no pude, nunca pude. Entonces decidí irme lejos, muy lejos, donde
los recuerdos no me alcanzasen, donde podría gritar todo lo que
quisiera, desahogándome, y tener la ilusión de que alguien me
escuchase, y por un momento, por un milésimo momento, sentirme
libre. Estoy encarcelada a mis sentimientos, donde la esperanza tan
solo es un rayito de luz que alumbra una pequeña parte de mí, pero
no del todo. No me siento mal, ni culpable porque todo haya acabado
en un simple adiós, esta vez no. Yo misma lo dejé en manos del
destino, y decidió por mí. Sí, es de cobardes eso de creer en el
destino, la suerte, y múltiples chorradas más, pero todo tiene un
por qué. Supongo que hay algo, o mejor dicho, alguien que realmente
merezca la pena y esté escondido por algún rincón del mundo,
esperando a que le encuentre y así sentirme llena, no feliz, sino
llena. La felicidad se encuentra en los pequeños detalles como en
una simple sonrisa, una mirada... La felicidad está en la persona o
personas, que pensáis ahora mismo, que están pasando por tu mente,
que hace que tu realidad sea mas llevadera, más fácil y mejor. Pero
finalmente, me fui a lo más alto de una montaña donde sólo
resonaba el eco de mi voz y donde sólo me acompañaba mi propia
sombra. Realmente lo necesitaba. Estaba aborde de un precipicio,
apunto de saltar, como adrenalina que permanecía constantemente en
mi estómago, o así al menos me sentía. Me quedé allí por un
tiempo, escondida, soñando con lo que quiero ser y lo que soy,
comparándome, y esperando a no encontrar a alguien, sino que alguien
me encuentre a mí.
http://comoquenosinti.blogspot.com.es/
ResponderEliminarte sigo, sígueme :)